La literatura ha confirmado la importancia del ejercicio y las comidas saludables y cómo conduce a un bienestar psicológico más saludable. Además, se ha observado lo beneficioso que es incluir a nuestros familiares cuando hablamos de depresión. (Chatzisarantis, et al., 2021).
No sólo comer bien puede ayudarnos a sentirnos mejor, sino también cuando nos sentimos mejor, es más probable que sigamos comiendo saludablemente. Prestar atención a nuestra propia alimentación (autocontrol) o cambiar nuestro enfoque temporal parecen ser maneras de ayudarnos a lograr una alimentación saludable. (Polivy y Herman, 2014). De la misma forma, es importante proporcionar una educación alimentaria saludable que sea individualizada, incluyendo a familiares y amigos en el proceso educativo (por ejemplo, cómo preparar comidas y revisar las comidas deficientes) y promover comportamientos de alimentación saludable en centros de salud mental, residencias y atención sanitaria (médicos de cabecera). Además, la literatura muestra la importancia de la atención médica y el apoyo comunitario y cómo comer puede ser una respuesta a las emociones y explorar el impacto de los medicamentos psiquiátricos en los comportamientos alimenticios. (Barre, et al., 2011)
Otro aspecto que debemos considerar es el descanso. Se observa en los jóvenes no sólo cómo la privación del sueño conduce al consumo de comida rápida y evitando el consumo de verduras o frutas, sino también a un aumento en el consumo de bebidas energéticas, bebidas azucaradas. Esto provoca el salto del desayuno y cómo hay reciprocidad entre la alimentación poco saludable y la privación del sueño. Así mismo, cuanto menos un adulto o niño come menos activo es.
La actividad física regular es otro factor importante a tener en cuenta, ya que también tiene efectos positivos en la cantidad de sueño junto con la reducción de la obesidad, enfermedades del corazón, y la diabetes. (Briguglio, et al., 2020)